Nuestra Congregación

Declaración IHM

Nosotras, las hermanas Siervas del Inmaculado Corazón de María, del Immaculata Pennsylvania, llamadas por Dios a la santidad Apostólica y conscientes de nuestra responsabilidad dentro de la misión redentora de la Iglesia, nos comprometemos a proclamar el mensaje del Evangelio de Jesucristo al pueblo de Dios.

Llevadas por el espíritu misionero Alfonsiano e inspiradas por el valor y celo del Padre Gillet, La Madre Teresa Maxis, y nuestras primeras hermanas, dedicamos nuestras vidas a abrazar la pobreza y la simplicidad del Evangelio.

Como mujeres que buscan imitar a María, la Madre de nuestro Redentor, nosotras damos testimonio de nuestro Bautismo en Cristo a través de la manifestación de su poder liberador en nuestras propias vidas y de un proceso continuo de conversión.

Alimentadas por la Eucaristía, compartimos nuestras vidas consagradas en comunidad con el fin de poder servir las necesidades del pueblo de Dios, con mayor fuerza y libertad, a través de nuestro compromiso Apostólico de educadoras católicas, y compenetradas de un espíritu de servicio, alegría y lleno de amor.

Invitamos a aquellos a quienes hemos sido enviadas a participar en plenitud de la vida Sacramental de la Iglesia. Desafiamos actitudes, valores y estilos de vida, que sean incompatibles con la Palabra de Dios. Promovemos la dignidad humana de la persona, especialmente de las más abandonadas. Nos involucramos en la rica diversidad de gentes entre quienes realizamos nuestro ministerio, con humildad, amistad y amor.

Salimos al encuentro del futuro con renovado celo por conseguir máxima excelencia, en especial en nuestra tarea educativa. A través de todo esto, nos definimos a nosotras mismas como profesoras religiosas, convencidas que mientras más cercanamente sigamos el ejemplo de Cristo en nuestra castidad, pobreza y obediencia, mejor llegaremos a ser auténticas educadoras católicas.

Finalmente nos comprometemos a confiar en manos de la Divina Providencia el aumento de nuestras vocaciones y a permanecer abiertas al Espíritu Santo para fomentar el crecimiento de la Iglesia tanto en América del Norte como en América del Sur.